An scriptural reading
Una lectura scriptural: Luis alberto
©Por Abdel Hernández San Juan
Antropólogo cultural y crítico de arte
En un micronivel, el de los signos, simbolos y la organización grafica, la obra plástica y visual de Luis Alberto hernandez es una exploración alrededor de la idea de una gramática visual donde lo inscriptural y la scriptura como aspecto de la escritura que nos remite a su memoria pasa al primer plano por sobre el contenido de lo dicho.
No se trata sin embargo de que no haya un decir en sus obras, este con frecuencia, se constela en un modo mas sincrónico por la relación entre la visualidad de la escritura como gestualidad grafica y el universo de simbolos, signos e imagenes en que se órbitan esas scripturalidades con los títulos y capaz de legibilidad en que usualmente por fragmentos ciertas caligrafías devienen alfabéticamente inteligibles como por ejemplo sus títulos en "Timeless" o "Nomades" en relación a las imagenes, o cuando, aunque inusual, lo inscrito puede ser leído en algunos de sus libros de pequeño formato como "Sortilegios" o sus libros dorados.
No se trata, sin embargo, de escrituras borradas como si la lógica regente fuera diacronica lo usual a la escritura en su --de izquierda a derecha-- siempre lineal, luego borrada, sino de una escritura de la que queda solo su scripturalidad, es decir, su relación a aquello según lo cual ella conserva el gesto, retiene la fugacidad efimera de lo gestual instantáneo conservandolo como mera retención de su evanescencia en una memoria que no lo es ya la memoria de lo dicho, sino la del gesto mismo del aliento de vida que se trae al gesto por sobre un tiempo sincrónico irreductible a linealidad alguna.
Asi, el museo de las scripturalidades no lo es, como cuando fijamos nuestra mirada en la inscripción, uno relativo a aquello que se inscribe como por ejemplo diríamos que la escritura, cual la transcripcion, inscribe el decir oral y hablado, sino de una memoria de lo sincrónico que por irreductible a su linealidad infalible solo puede reservarse como palimpsestualidad y como sentidos constelativos que irradian conexiones evocativas que desbordan su naturaleza misma de escritura.
Lo scriptural y lo inscriptural son asi distintos, el primero restablece la relacion de la escritura con la fugacidad del gesto que la hace remitiendo a la caligrafia como visualidad gestualizada, el segundo a lo que se inscribe con esa scriptura, lo scriptural nos remite así a una acumulación por capaz en que al regir el gesto la forma rebasa el contenido y lo dicho o el mensaje el código o lo inscrito se va borrando no en el modo intencional como quien borra lo escrito sino en el modo architextual en que unas cosas van quedado ocultadas por otras, sustraidas de su presencia, sobreabundadas por otras que las van descentrando, que las llevan al margen o se sobreponen unas sobre otras.
Lo scriptural remite asi a una economía del texto que no puede hacer presencia aqui y ahora a la vez todo el tiempo y se va acumulando por estratos, la scripturalidad nos lleva al palimpsesto la inscripturalidad en cambio al inventario, el catalogo o el archivo, lo que se inscribe se fija y retiene conservando, lo que se scriptura se palimpsestualiza, el palimpsesto es una umbralizacion de architextualidades, scripturas, gestos retenidos de escritura retienen en una sobreposición de textualidades que se van desplazando unas a otras porque el gesto en ellas sigue remitiendo la escritura al tiempo incesante y ese tiempo incesante es cada vez sincrónico irreductible a la linealidad inscriptural.
No se trata pues de escrituras inventariadas o de cosas colectadas o recolectadas por mediación de una economía inscriptural sino antes bien de una temporalidad procesal irreductible a la escritura respecto a la cual de esta solo queda su gestualidad perenne y como tal acumulaciones palimpsestualizadas, umbrales de architextos desplazados.
Es como en la geología que unas formaciones borran otras y van quedando nuevos conjuntos orgánicos en cuya piedra no podemos leer ya sino temporalidades sobrepuestas, fragmentos de civilizaciones ocultas unas en las otras o bien de eras geologicas o bien mas usual en Luis Alberto de evocaciones de fragmentos pretéritos, temporalidades intemporales retenidas en la piedra del tiempo tras las cuales debemos ir arqueologizando adherencias a capaz ya invisibles o inveteradas por otras.
No había reparado yo antes en la relación de la scriptura al tiempo y el gesto, entre otras cosas porque el concepto de scriptura remite a una economía scriptural, pero al ver las pinturas de Luis Alberto, me he percatado de esta distinción crucial entre scriptura e inscripturalidad, lo inscrito es marca, fija en una huella una memoria que retiene y conserva, que colecta como inventario, o que graba como inscripción marcada, la tinta al papel, el buril a la madera, la huella en la madera, la grabación de la voz, el video o la fotografía, es la escritura como depósito de retenciones, la scriptura en cambio que una vez fue remitida solo a su grafía, al formalismo de su estilización, a la caligrafía, por ejemplo, ha sido en demasía reducida al texto y su economía, cierto es que la scritura da una imagen visual del texto, pero si es texto puro es inscripción, para ser scrituralidad debe formar en su conjunto no un todo igual a su objeto memorizado pero inscrito, sino algo nuevo pues la scriptura no es la economía de la memoria del texto, sino antes bien de la temporalidad y la espacialidad del gesto/texto, si ella es forma y estilo, grafia, ella es el gesto caligráfico o visible en cualquier modo, una conjunción scriptural no es una suma o multiplicación de partes o elementos, sino una sobreposición de temporalidades y espacialidades que no pueden coexistir a un mismo tiempo en la presencia y se van desplazando unas a otras.
La idea de una economía no se refiere aquí a algo todo el tiempo al alcance, los planos scriturales como se hace obvio en las pinturas de Luis Alberto van formando imágenes de una sincronía irreductible a la linealidad escritural e inscriptural, ellos forman primero capaz que se van diferenciando en estratos donde unas cosas nos son visibles y otras van quedando por detrás sugeridas u ocultas, así la imagen scriptural por excelencia remite al palimpsesto, ello se hace explícito sobre todo en las pinturas de Luis Alberto y menos en sus ensamblajes, en las primeras, por momentos infinidad de capaz caligráficas en distintas tipografías que van quedando sobrepropuestas unas a otras sugieren un tiempo sedimentario de múltiples dimensiones en el que se va formando el signo o el símbolo, este último, de hecho, en ocasiones la cruz, emana como la forma ultima de todos los stratos de escrituras borradas por el tiempo.
Ello remite a la arqueología de algo que se va volviendo indescifrable donde la imagen iconográfica y visual comienza a remplazar a la escritura de la cual solo queda una memoria, emerge así un sentido más allá de lo alfabético sobre lo gramatical.
Es como si Luis Alberto en sus pinturas volviera a hacer el viaje que hizo la civilización para llegar al jeroglífico, como si sus obras consistieran en averiguar no como un jeroglífico o petroglifo que hayamos como resto de una civilización antigua deberíamos descifrarlo para averiguar su procedencia o para leerlo e interpretarlo, sino antes bien como si el artista fuera en busca de como ese fenómeno signico y simbólico que tenemos frente a nosotros puede haber llegado a ser y a conformarse de ese modo.
El investiga no como descifrar los símbolos interpretativamente sino más bien que clases de paradojas producen que los mismos lleguen a adquirir la forma que tienen, es como si sus pinturas volvieran a narrarnos la historia de cómo se forman los símbolos, en su lógica pictórica la escritura no deviene o surge de la imagen, sino antes bien a la inversa, la imagen surge de la escritura, esta segunda es la que se va volviendo en un palimpsesto del cual entonces emana con una sorprendente claridad cristalina el símbolo, el signo no alfabético.
Luis Alberto propone en su obra de hecho una suerte de viaje al revés, lejos de moverse desde la imagen analógica hacia la escritura como su forma más diferenciada nos invita a percatarnos de cierto arcaísmo misterioso de la escritura, algo en ella, visible en su scripturalidad, la remite al palimpsesto y la oculta tras capaz de la memoria que como en la geología se van borrando hasta formar un todo de temporalidades sincrónicas irreductible a la linealidad alfabética en cuyo centro emanan entonces signos visuales e iconos.
No siempre la escritura se diluye, como decía, hay piezas en las que la escritura es legible, o bien gráficamente codificable, pero a tenor de su obra entendida como un todo, es notable que estas piezas basadas casi siempre en círculos, cruces y otros simbolismos, transforman la escritura en una dimensión architextual pero no en el modo en que la nota al pie es architexto y peritexto del cuerpo del texto pues en tal caso ambas cosas, notas al pie y textos son en definitiva alfabeto, sino en el modo de una architextualidad donde la peritextualidad escrituralizada, la scriptura, rodea por sus márgenes y hace los márgenes de la imagen icónica y visual.
Hay en ello, en reverso al discurso de la semiótica, un llamado a que la analogicidad prismática y la inmediatez icónica del signo visual es más adecuado a la temporalidad del proceso, y a los estados que son propios al ser que la linealidad de la escritura o en todo caso, pues en definitiva la caligrafía y la escritura tienen un lugar relevante en su arte, es como si nos dijera que a diferencia de lo que usualmente hemos pensando no por mas diferenciada la escritura es necesariamente menos arcaica que la imagen.
Luis Alberto de cierto modo nos dice que la escritura también es atávica que algo en ella remite a un extraño mecanismo que va hacia los sortilegios de memorias palimpsestuadas es como si la escritura no pudiera escapar a los efectos del tiempo sincrónico y terminase ella misma también sumergida en los sortilegios primasticos de lógicas visuales.
Esto también podría remitirlos al lugar que la escritura tuvo en la religión por ejemplo en Bizancio durante el medioevo cuando ella era epitafio, al igual que la imagen icónica, remitida a figuras intuitivas como el prisma u otros signos de lo irreductible, en su obra la imagen de la escritura se aleja y se difumina en capaz en tanto tienden más bien a rodear a la imagen icónica que siempre se haya al centro o dentro de círculos resaltada, ella a su vez emerge luego desde esas palimpsestualidades para devolvernos complejos neologismos visuales formados de capaz y capaz de scrituralidades sumergidas, ocultas unas tras los estratos de las otras y resultantes en definitiva en todos simbólicos no muy distintos por su prismatismo analógico al icono puramente visual.
Es como si Luis Alberto nos invitara a pensar que la escritura por mediación de un extraño mecanismo atávico que le impide sobrevivir la simultaneidad temporalizada procesal y el gesto, perteneciere a la misma especie de los iconos visuales y formase junto a esta vuelta ella misma palimpsesto, misteriosos crisantemos.
Nuestro concepto de gramática esta tan relacionado al lenguaje alfabético y su lógica que lejano a ello nos resulta la posibilidad de que los códigos iconografico- visuales puedan ser gramaticales, pero si nosotros abstraemos como lo hace derrida el concepto de grama todo lo que necesitamos para pensar gramaticalmente es un vocabulario, si ese vocabulario se hace de vocales y consonantes o en su diferencia de ojillas de oro, gestos caligráficos, cruces, círculos y modos de relacionar elementos gráficos tras los cuales de la escritura mayormente nos queda solo la memoria de su gesto, no hace gran diferencia.
Sin embargo, al alejarnos del micronivel tratando de averiguar los sentidos de ese vocabulario nos percatamos de que se trata al mismo tiempo de una gramaticalidad neologica e inventiva, que responde menos a un lenguaje preestablecido y mas a uno que se está reinventando.
Y no es acaso el palimpsesto mismo ya una cierta forma del olvido?, un cierto modo en el cual principian las espacialidades y las temporalidad de las reinvención?, hay una interesante relación entre el palimpsesto y la retirada del código, allí donde comienza el palimpsesto el código se va tornando progresivamente más y más indescifrable, el palimpsesto ciertamente no es aun la bóveda cerrada e inaccesible a la cual no tenemos acceso, todavía en el palimpsesto hay código, pero como aquella imagen que evocaba eco sobre las abadías a las cuales solo tenían acceso ciertos sacerdotes, envueltas por un misterio de indescifrabilidad, referían a conocimientos celosamente guardados pero de los cuales solo unos pocos tenían el código en tanto otros no, el palimpsesto en cambio no se refiere a algo oculto por escondido, sino a algo respecto a lo cual el tiempo y el espacio no pueden ser ya del todo elucidados, como en las formaciones geológicas, siglos de sedimentaciones orgánicas borran de nuestro acceso a la presencia ciertas cosas por detrás de las cuales respecto a las anteriores solo nos quedan fragmentos, pero dado que se trata aquí de cultura no de naturaleza, ello es el neologismo, el punto a partir del cual, la cultura comienza a reinventarse pues no puede ya enteramente reconstruir sus códigos.
Es como si el origen fuera irreconstruible y solo fuere posible inventarnos con sus fragmentos.
En este sentido las pinturas y ensamblages de Luis Alberto como los idiolectos del argot son invenciones de una lengua en su caso visual pero como el argot respecto al idioma establecido indescifrable por los códigos de este último y ello nos remite entonces de regreso al habla pues solo la memoria que establece el habla puede generar un idioma dentro de otro idioma.
Pero se conserva aqui del habla mas su relación al gesto, a su temporalidad sincrónica y menos a su decir o a su voz.
Por un lado hay en su obra una remitencia a la caligrafía como gesto que evoca la escritura pero en ocasiones tambien una cierta relación originaria entre caligrafía y gesto que parece querer hayar una cierta ideografia del gesto caligráfico escritural, es como si se buscara de la escritura su gesto básico conservando de ella la memoria scriptural pero despojandola de su alfabeticidad de regreso al ideograma como ocurre en el oriente. Aunque como decía no siempre, hay obras en las que aun vemos la escritura alfabética.
Sin embargo, aunque sus signos caligraficos gestuales evocan algo del ideograma no lo son propiamente en tanto al mismo tiempo entran en ellos ciertos indicios que remiten por un lado al cristianismo como la hojilla de oro preponderante en sus obras o simplemente la remitencia a la cruz contemporanea, y por el otro a ciertos trazos de las escrituras africanas las cuales son de por si eminentemente orales y sonoras remitiendonos de nuevo al habla oral y la fonética.
Es cierto que hay tambien en su obra algo retro que remite a una suerte de búsqueda nostálgica hacia lo extinto, el universo de los pergaminos, de los tiempos pretéritos en que la comunicación era confidencial lo que barthes llamaba el espíritu de la carta que se le envía a una sola persona, algunas de sus obras de hecho recuerdan lo que Surpik angelini definía como mensajes para sobrevivientes recordando no solo el mensaje que se envía en la botella sino tambien el mensaje confidencial que solo el destinatario, la persona aquella a la que se envía la carta ha leído
Lo que diferencia una gramática visual iconografía y una sintaxis morfológica viene dado en el hecho de que con los elementos en juego articulamos un vocabulario por muy cerrados en una bobeda hermética de códigos inaccesibles que esta resulte, como decía kristeva como nivel morfológico la sintacsis en términos de lenguaje se refiere al ser y a la identidad, la gramática en cambio se refiere a la lógica y a la diferencia.
Por muy herméticas que un momento dado puedan resultar ciertas obras de Luis Alberto en ellas se esta deliberado en términos de vocabulario mas un discurso sobre el orden del universo, sobre la coexistencia de los contrarios, sobre pares y simetría, sobre el todo y la parte, sobre el elemento y el conjunto, sobre escribir y hablar, sobre caligrafía y mensaje, sobre lo intimo individual y lo cultural colectivo, sobre la fe de la persona y el orden sacro del cosmos, que sobre el ser y su identidad expresados en su impronta.
Sin embargo esto último desvía lo antes dicho pues si hay un solo remitente intimo entonces el ser si es importante y ello de acuerdo a kristeva nos retorna a la sintaxis, la forma -- la sintaxis--es lo mas inmediato en ella vamos, es el vehículo pero no como un instrumento del cual disponemos como una herramienta sino como el media en que somos, todo lo que hace presencia ante nosotros en un lenguaje lo hace en la forma, es el fenomeno, nuestro ser es en las formas y solo hace presencia ante nosotros mismo a traves de formas, cuando vemos lenguajes visualmente exteriorizados, el ser hace presencia ante nosotros mismo en su sintacsis, asi en la sintacsis que es morfología el ser no tiene tiempo sino solo para ser, la gramática en cambio supone la entrada de la logica que lleva el ser a donde la lógica quiere.
Y es aqui donde mirando con atención sus telas y ensamblajes se hace notable que no se trata de ese ser inmediato, Luis Alberto no es un expresionista tampoco un informalista abstracto.
Que seria Luis Alberto entonces en términos de estilo en el arte?, la sola pregunta nos devuelve al neologismo. Volveré sobre ella mas adelante.
Hay obras de Luis Alberto que parecen dialogos entre el y su novia por ejemplo donde solo el y ella saben de que están hablando y de ahí esa impresión que tiene a veces el espectador de estar ante algo cuyos códigos le son inaccesibles lo cierto es bien por el motivo de una neologizacion de la fe, bien por el de un neologismo dialectal en sentido sociolinguistico o bien por este último de la confidencialidad de un mensaje sus obras tienden a resultar en términos de sus códigos intrincadas de leer.
Por un lado la confidencialidad remite al ser y la sintaxis, pero por el otro el modo como el organiza sus obras aleja de esa infronta de forma y parece mas relacionada a una búsqueda neologica como analizabamos antes.
Cuál es esa búsqueda neológica?, por un lado refundar lo sacro en el orden individual con el establecimiento que ello supone de la fe.
Hay una serie de palabras y simbolos alrededor de los cuales tanto en el cine como en la literatura y la cultura visual en general se ha creado la imagen de una cierta inaccesibilidad, de un universo hermético, cerrado sobre si mismo cuyos códigos no podemos acceder y en cuya búsqueda debemos salir a traves de travecias, expediciones, viajes, el santo grial, el crisantemo o simplemente complicados juegos que requieren mas alla del rompecabezas aceptar la no coincidencia entre sus partes, el caleidoscopio, el prisma, entre otras invenciones curiosas que parecen irreductibles.
Su arte remite y parece exaltar estas dimensiones irreductibles que en uno de sus libros el llama "sortilegios".
Según Derrida todavía debemos leernos, o más precisamente, lo que debemos hacer es leernos lo cual supone que aun somos legibles, pero la economía de la scriptura nos remite al palimpsesto y según este ya no somos tan legibles como antes, no se trata pues de que seamos ilegibles, pero sí de que leyéndonos nos inventamos.
El palimpsesto es el ya en sí mismo el comienzo de ese neologismo.
Si la escritura se vuelve scripturalmente palimpsestualizada margen, peritexto y architexto de lo pictográfico encumbrándose incluso con la hipótesis de una posible relación suya al origen de lo visual-iconográfico, hipótesis que invierte nuestra lógica usual según la cual primero fuimos pictográficos y luego de ello diferenciándonos evoluciono la escritura, lo más legible leyéndonos es pensar que por algún motivo lo moderno y lo sincrónico, lo tecnológico y lo ritual tienden a reencontrarse.
La imagen visual según algunos muda, obtusa, tan pasiva e inmediata a los sentidos como los meros objetos, polisémica y entrópica en sus significados por prismática, mimética e imitativa respecto al mundo que analogiza, es aquí restituida, la escritura se palimpsestualiza en las telas de Luis Alberto para hablarnos de una cierta participación suya en el origen mismo del signo icónico visual, del símbolo tropológico, ella está a veces al frente otras veces en retirada pero siempre participando en un cierto sacrificio a la imágenes como si en el altar estuviera la imagen icónica venerada y la escritura fuera la ofrenda, o como si la mayoría de las veces, la escritura que no puede hacer presencia ya más que vuelta gesto en capaz de estratificaciones sedimentadas, emergiera al unísono del pictograma generando extraños crisantemos visuales que merodean cruces y círculos visuales como los santos rodean a los dioses, lo cual en reverso a nuestra lógica usual la haría más antigua que el pictograma. Al principio fue el verbo, ciertamente, decían ciertas escrituras teológicas.
Si bien no estaría de más decir, derrida nos lo recuerda que ciertos idiomas indoeuropeos no tenían el verbo ser.
Extraña ausencia que su originariedad indoeuropea quizás no esté tan desvinculada como creemos del modo en que la filosofía europea confundió durante mucho tiempo el ser con la nada incluyendo el cálculo aritmético y los estudios de la cantidad en los acápites sobre el ser no sin buscar refugio para la nada en el ommmmm de los hindúes y la punta de la nariz.
La idea misma de hermetismo sin aun remitirnos a referencias rebuscadas trae consigo que no podemos acceder al código, si es hermético en cierto modo no podemos decodificarlo o elucidarlo
Pero algo puede ser hermético en muchas formas y sentidos, así por ejemplo si un español esta entre venezolanos y los escucha hablar en los dialectos del argot no dispondrá en su lengua los códigos para entender que significa pana, vaina, arrecho, guachafita, cachucha, carajito, o coroto, otro tanto manejamos el computador y el teléfono móvil pero si se nos rompe solo un informático puede descifrar el lenguaje logarítmico de números, letras y puntos que define el universo de los sofweres, en el mismo modo, para entender la filosofía clásica o la lingüística tanto como las ingienerias, es requerido dominar los códigos
Pero la inacesibilidad del codigo, la idea de lo incodificable se ha relacionado tambien a la teología y a la idea de Dios algo que en Luis Alberto resulta relevante pero dentro de una idea más abstracta de lo el llama lo sacro o lo sagrado.
Es alrededor de estas complejidades interculturales donde aparecen sus ensamblajes donde por momentos signos y símbolos muy universales es decir no reducibles a una religión en específico, si bien la cruz tiende de por si a ser cristiana y el circulo ha regido en gran medida nuestros misticismos occidentales incluso en las matemáticas y la geometría, pero donde aparecen por ejemplo los couries de la religión africana, caracoles utilizados para la adivinación en el tablero de orula, o bien de repente símbolos de la india y de otras tradiciones religiosas.
La valía de la fe ante la razon tanto como la relatividad del nombrar frente al relativismo cultural y la interculturalidad han estado detrás de una serie de nuevos resurgimientos sacros que no se refieren ya a una religión en especifico sino a neologismos culturales, a reinvenciones
Estas últimas, sin embargo, no ocurren ya mas en condiciones preseculares sino que lo son como neologismos poseculares, las artes no pueden ya en condiciones modernas volver al rito que las matenía indiferenciadas de la religión en tiempos preseculares cuando la ciencia, la religión, el arte y la moral iban una dentro de la otra y no se habían separado en la institución arte, el derecho, la iglesia y la ciencia, la conciencia social no habia vivido la división social del trabajo y la especialización técnico profesional, la historia se diluye en mitología, pero el arte si quiere recuperar su relación al rito tiene que reinventarse y reinventar el rito posecularmente, es decir como una forma diferenciada a la vez de la especialización técnico profesional y de la diferenciación social de la conciencia.
Con mas razón aun los neologismos de que se trata lo son de un nuevo tipo.
Es cierto que nuestro tiempo actual, en pleno siglo XXI con el desarrollo de las nuevas tecnologías es cada vez más pictográfico y visual, cada vez más icónico algo que en este sentido moderno evolutivo parece con los sortilegios prismáticos que remiten lo visual y pictográfico a lo sincrónico y a lo intuitivo lo cual resulta paradójico pues durante mucho tiempo creímos y diría que aún lo vemos así, que la escritura por su alta complejidad era más diferenciada y como tal las civilizaciones escriturales más diferenciadas que aquellas pictográficas y basadas en la memoria oral.
Pero los tiempos que estamos viviendo tienden a confirmar lo contrario, lo moderno parece coincidir cada vez más por el contrario, con lo pictográfico, con la imagen visual y sonora, y cada vez más hacernos sentir en la escritura un cierto atavismo.
Es como si las nuevas velocidades de la modernidad no fueran conciliables con un cierto atavismo antiguo de la escritura, como si emergiera respecto a la escritura un nuevo sentido, el hecho de que no por mas diferenciada la escritura es necesariamente menos atávica e incluso arcaica, algo en su complicado mecanismo, remite a temporalidades que no van con las velocidades modernas.
Pero a pesar de ello muy lejos estamos aun de los tiempos en que esta conciencia nos permita aun prescindir de ella pues no tenemos nada para sustituirla, tampoco al habla y las lenguas, es como si de cierto modo su atavismo y el de las lenguas no fuera otro que el del propio ser humano, si la escritura es atávica lo es en cierto modo porque nosotros mismos somos un cierto atavismo, de hecho, sabemos que somos irremplazables por robots, quizá nos resulten demasiado humanas, pues prescindir de la escritura seria renunciar a la comprensión así como a todo lo que ella hace posible para nuestro entendimiento.
Una cierta multimedializacion no estaría de más a ser apuntada como pictografismo a lo antes dicho.
Stephen a tyler ha insistido repetidas veces en esta paradoja de lo pictografico versus la escritura si bien sin dejar de decir que al mismo tiempo los medios visuales de la tecnología no hacen otra cosa que repetir los mismos problemas de la escritura y que, según Stephen, no hay solución tecnológica al dilema.
Mas allá sin embargo de una cuestión tecnológica se trata de la relación entre sincronía y diacronía, nuestro mundo contemporáneo es cada vez más sincrónico, simultaneo y se desdiacroniza.
La obra plástica y visual de Luis Alberto Hernández es ella misma un coloquio para la reflexibilidad filosófica, semiótica y antropológica sobre todas estas cosas generando en torno suyo infinidad de lecturas incluyendo la suya propia, escritores franceses, árabes, sudamericanos, del caribe y de otras latitudes han escrito desde perspectivas disimiles en torno a su arte tan valioso, hermoso y único
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