A convonced vanguardist
Un vanguardista convencido
©por Abdel Hernández San Juan
Caracas
Hoy, en el “alto” mundo de la teoría de las artes plásticas, estilamos llamar vanguardista a aquellos artistas que viven la pintura desde adentro con un ímpetu y una creencia evidentes. Hace algunas décadas hablábamos de vanguardismo cuando nos parecía que el trabajo de un creador aportaba algo novedoso en la palestra. La noción de vanguardismo estaba directamente relacionada con la idea de lo nuevo, del cambio, de la novedad en sentido amplio. En las últimas décadas, sin embargo, lo nuevo pareciera pertenecer a los ritmos de una modernidad inspirada en la idea del progreso lineal y consecutivo; lo nuevo se baña de una veladura de nostalgia, de ademanes recurrentes a los primeros modernismos del siglo. Bajo el rechazo postmoderno, lo nuevo aparece entonces como una clausura estética de eso nuevo y se da lugar a nociones como las de recreación, juego, pluralidad, etc. Pero esta puesta en guardia contra cualquier intento de sorprender no se refiere sólo a la incredulidad; aparece también una euforia contra el vanguardismo entendido ahora como un tipo de conducta, como una subjetividad que puede ser definida y caracterizada en contraposición a las conductas creadoras post.
El pintor de la posvanguardia se presupone como un individuo más o menos despreocupado por el desenvolvimiento social y comunicativo de su obra que deja a quienes se ocupan de darla a conocer. Aparece como un individuo desenfadado que cree y no cree en lo que hace. Esto es interesante. Resulta que este va a ser un artista como las figuras icónicas del cine estadounidense, está y no está presente, se compromete y no se compromete. Ahora bien, su nihilismo, su temor al entusiasmo, no lo va a conducir a la anarquía, la crítica o la iconoclasia. Al revés de la incredulidad de los primeros vanguardistas, el artista post va a disfrutar su temor a lo nuevo y se va a regodear estéticamente en él. Va a surgir entonces como una suerte de anarco-conformismo, una actitud antes no conocida en la historia del arte.
Pero, según evidencias sociológicas, sabemos que esta es una actitud sostenible en países donde el mercado del arte y los espacios del artista garantizan una seguridad a sus extravagancias y desenvolvimientos. En los países de este lado del planeta, la creencia romántica en la obra de arte es todavía una realidad persistente. Por esta y por otras razones es difícil imaginarse una ausencia de vanguardismo en países donde los efectos de la postmodernidad social son dispersos y desiguales. En este contexto surge mi interés en la obra pictórica y plástica de Juan José Olavarría, a propósito de la muestra de sus pinturas que el artista presenta en la Galería de Arte en Valencia. Uno de los valores jóvenes de la pintura venezolana que desarrollan esta idea de un vanguardismo sostenido, sin concesiones y con la mayor consecuencia. Al ver las obras de este artista, uno piensa en la idea de la obra de arte como territorio para la investigación. Las piezas de Juan José evidencian una búsqueda esmerada de nuevos lenguajes dentro de lo que podríamos llamar un automatismo lírico. El creador conserva aquella antigua recurrencia a temas como, el taller del artista, corrida de toros, mujer sentada, etc.
Denominaciones que recuerdan la literatura cotidiana de Hemingway o de Henry Miller, y que recuerdan incluso aquella poética apacible del pintor que se para en un club a pintar escenas y a recrear ambientes. Hago mención de esto último no porque lo considere en sí importante. Realmente debemos decir que esta es una actitud pictórica que también ha postergado en este lado del planeta la actualización de algunos artistas, pero en el caso de Juan José Olavarría, observo una conciencia global, universal del asunto y una postura autoconsciente responsablemente asumida. A veces el taller de un artista habla mucho de su creador. El taller de Juan José Olavarría colabora intensamente con el resultado de sus piezas. Se trata de un artista que sigue, con una fe asombrosa los lenguajes que derivan de sus experimentos. Un taller laboratorio, en el sentido heurístico, y un artista convencido, en el sentido de la información que maneja, han producido en las obras de Juan José la singularidad de ofrecer, desde mi punto de vista, uno de los documentos visuales más sólidos de la joven generación venezolana.
Abdel Hernández San Juan
Autor y Teórico
Caracas, Venezuela
Texto Publicado en el Diario Economía Hoy, Espacio Ojo Pinta, Viernes 17 de Septiembre de 1993
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