Contemporary virgins

 


Vírgenes contemporaneas

©Por Abdel Hernández San Juan


Caracas


  “Vírgenes de la Contemporaneidad” es el título que encabeza la próxima exposición a promover por la galería Astrid Paredes. La Muestra, integrada por obras singulares que hacen referencia, desde enfoques personales, a la imagen de la virgen, se inaugurará el próximo domingo y estará integrada por artistas como María Eugenia Manrique, Ana Pantin, Diego Barbosa, Antonio Lazo, Juan Félix Sánchez, Ernesto León, Ismael Amundaray y Onofre Frías. La exposición, a diferencia de la muestra “Magna Mater” que se expusiera en el museo de bellas artes hace unos meses, pretende explorar cómo los artistas contemporáneos venezolanos, protagonistas activos del modernismo, interpretan los iconos que ocupan un lugar determinado en el imaginario en nuestras sociedades complejas. Lejos de hacer un ready made con vírgenes extraídas de iglesias y santuarios, lejos de sacar estas imágenes originarias de los contextos vivos en que sus resonancias conmueven las expectativas populares, aquí de lo que se trata es de una virgen construida desde adentro hacia afuera, una imagen de la virgen que ya está procesada por la subjetividad creadora del individuo artista y que luego es exteriorizada y comunicada hacia fuera. 

  Lo paradójico es que, aunque sabemos que somos más responsables en conservar estas tradiciones de lo que en relación a ellas podamos ser deudores, las instituciones que se encargan de divulgar la fe tradicional en este tipo de imágenes se han abierto a asimilar cambios que viven como imágenes resultantes de procesos sígnicos que, si bien son diferentes a estas impresiones individuales que nos dan los artistas, las obras de estos las suponen y refieren. Este juego a interpretar imágenes que tienen una forma canónica precisa en nuevas formas que en cierto modo resuelve en una nueva imagen lo efímero de ciertas imágenes en el tiempo, es inevitable y necesario para la sociedad, pero no impide que los artistas se permitan recrear la tradición sincerando en sus obras el carácter subjetivo que es propio a toda experiencia de comunión. 

  Así, María Eugenia Manrique presenta su pieza “Madre Mía”, imagen de una virgen protectora según la artista “nacida en la comunión”, una virgen dual que sintetiza los polos de la imaginería católica con los opuestos que, según María Eugenia, son típicos en esas “olvidadas diosas prehispánicas”, de rasgos indígenas, una virgen esta cuya imagen viene a significar una suerte de reunión antropológica en la que se concilian indicios que provienen de diosas griegas, mediterráneas e hindúes. Pero lo más importante en la obra de María Eugenia es que propone una desritualización de las imágenes más cerradas de la virgen y la amplia en una forma que saca la fuerza de su imagen hacia otras culturas. Este juego a cotidianizar el referente para universalizarlo, se insinúa incluso en las obras desde el momento en que la artista muestra el proceso de manipulación de los signos a través del uso evidente de la reiteración en positivo y en negativo de la imagen. Algo parecido se sugiere en las obras de Anita Pantin “Pasión y Resurrección” alusivas a la Guadalupe, la Cacarena y La Piedad, donde la artista expone estampas sagradas al juego y la manipulación lúdicra de la foto, la diapositiva y el escáner con sus articulaciones cibernéticas propias de la computación. 

  Continuando con esta idea de una virgen resemantizada, reactualizada y reconstruida por las operaciones de una subjetividad creadora podemos aludir a los experimentos de Ernesto León con “El Misterio de la Virginidad” donde encontramos una idea ampliada de la virgen, una investigación sobre la despersonalización de la virgen y, por ende, de la virginización de lo que no es precisamente la imagen de la virgen pero es relacionado a ella. Estas obras erotizan la propia idea de la virgen y se esmeran en desarrollar aquellos elementos que pudieran identificarse como una retórica de lo sagrado. Los senderos de Amundaray con su “Virgen de Coromoto en Hekuras” o la negritud de Onofre Frías sugieren otros modos de resolver este proceso al que me he referido. Un caso muy particular lo representan las fotografías de las obras de Juan Félix Sánchez realizadas con madera y otros materiales del páramo. 

 Con “Vírgenes de la Contemporaneidad” asistimos a una muestra más que a una catalogación en la cual los discursos individuales específicos más que sumarse colaboran en el dibujo de un imaginario exploratorio, la puesta en escena de un dialecto plástico, una gramática global. Pensando en esto y desde esta perspectiva uno se pregunta hasta que punto no es más saludable discutir este tipo de exposiciones y lo que en estas se explora, sus diferencias ante el fundamentalismo. 

 

Abdel Hernández San Juan

 

Caracas, Venezuela 

Viernes 14 de Mayo de 1993 

Publicado en el Diario Economía Hoy 

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