The venezuelan plástic art palestra
The Venezuelan Plastic Palestra
©By Abdel Hernández San Juan
Caracas
Las artes plásticas contemporáneas en Venezuela han visto desarrollar un auge en los últimos tiempos. La ciudad de Caracas ha sido, como usualmente las capitales, el principal escenario de este auge. Tres institutos de artes plásticas, el Universitario Armando Reverón, el más antiguo Cristóbal Rojas y el privado y modernizado Federico Brand y una formidable red de museos que van, el Museo de Arte Moderno, hermosamente emplazado, rodeado de naturaleza, en el área de parque central, la Galería de Arte Nacional en la misma área y el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imberg, se aúnan al CONAC con su Dirección Nacional de Museos y Sectorial de Artes Visuales, y a los salones salones nacionales e internacionales, estimulando tanto el arte joven, como propiciando la presentación de valiosas muestras cada año, desde la exploración de nuevas formas para la presentación y representación de retrospectivas, antologías, muestras individuales actuales y colectivas de artistas venezolanos, hasta la presentación de muestras internacionales que son traídas desde Europa, el mundo anglo, suramerica y el caribe.
Los salones Pireli en el Contemporáneo Sofia Imberg y Aragua en Maracay, contribuyen a dar a conocer el nuevo talento plástico nacional suscitando el encuentro de artistas muy jóvenes de diferentes partes del país muchos de los cuales se conocen entre sí e intercambian experiencias, también ofrecen una idea a la escena plástica sobre cómo van las búsquedas y desarrollos peculiares a las trayectorias individuales respectivas al arte al día, el arte hoy en el país, en su momento y época. El artista plástico venezolano es uno de los artistas más libres de América en mi visión y experiencia. Evidencias del auge es que se han suscitado espontáneamente infinidad de alternativas autogestionadas por los artistas mismos para hacer sus estudios, desde creadores que han alquilado garajes, hasta otros que han unido sus esfuerzos para tener galpones en los que puedan pintar. Las formas en las que el artista plástico venezolano se las ingenia para pintar, esculpir y consagrar su tiempo al arte, son fabulosas y no deja de incluir a aquellos que se han construido sus estudios en la montaña bien sea en el Ávila o en algunas de las hermosas cordilleras que se pueden recorrer desde Caracas.
Mientras el Museo Sofía Imberg acoge usualmente muestras de arte contemporáneo que tienen un perfil relativamente canónico, retrospectiva de Picasso, Antológica de Beuys, por mencionar dos ejemplos del tipo, a la vez que durante el año se hace eco de espacios más abiertos a la vida artística del país, Salón Pireli en lo Nacional y Bienal del Barro en lo Panamericano, una bienal, por cierto, única en su género, y mientras el Museo de Arte Moderno se caracteriza por presentar artistas clásicos y modernistas del modernismo europeo y Venezolano, la Galería de Arte Nacional ha tenido un enfoque más propiamente nacional, como su nombre lo indica.
Otros espacios, como el Museo de Artes Visuales Alejandro Otero, se ha caracterizado por presentar exposiciones actuales en sus lenguajes, tipos de materiales, nuevos géneros, obras en materiales modernos, preocupaciones nuevas con el espacio galerístico, etc. Generalizar no es siempre el mejor modo de expresar ideas sintéticas a través de las cuales reunir del mejor modo reflexiones provechosas, así como tipificar, tipologizar y caracterizar no son las formas que prefiero para referirme al arte, del mismo modo en que tipificar o tipologizar a las personas pueden ser consecuencia de estereotipos, o de una falta de apertura hacia sus experiencias y procesos, pero si tuviera que trazar un recorrido alrededor de los tipos de sensibilidades que usualmente estos museos representan, diría que:
El Museo de Arte Moderno propende hacia las concepciones clásicas de los límites y diferencias entre las artes plásticas según las técnicas, sus relaciones allí donde las intersecciones entre ellas son visibles y elocuentes para unos y para otros, pintores y dibujantes, grabadores y escultores, diseñadores y arquitectos. Hoy día, cuando al mencionar la palabra grabadores no sabemos de que estamos hablando, lo mismo es un artista que utiliza directamente los tacos de madera y linóleo con las huellas de las gubias para hacer un ensamblaje tridimensional, que una instalación con esos elementos, presentar muestras en las que las técnicas se ven bien distinguidas por sus elegancias propias, es una de las cosas que un museo de arte moderno, aunque se arriesgue con una muestra diferente en la galería transitoria, no deja de hacer. Del mismo modo ocurre a la pintura y sus diferencias, acuarelas, temperas, acrílicos, pasteles, oleos y los muy diversos soportes. Las tecnicidades no son el único modo en que el museo de arte moderno distingue su clasismo, pero lo que me interesa apuntar es que se trata a la vez de espacios complementarios tanto como bien diferenciados.
Si la Galería de Arte Nacional debió surgir no fue por otra cosa sino porque las relaciones entre la contemporaneidad de las artes plásticas venezolanas y los problemas relacionados a procesos nacionales vivos, país muy joven en sus estructuras a pesar de sabios incomparables como Simón Rodríguez, el gran maestro y educador, se requerían otras dinámicas más ágiles, menos canónicas, más relacionadas a las relaciones entre una contemporaneidad dada y una contemporaneidad viva haciéndose, presentándose, autopresentandose, auto representándose, cambiando constantemente su mirar, encuentro de puntos de vistas, miradas, sensibilidades. La galería de arte nacional vino así a suplir una necesidad nutriéndose a la vez que aportándole complementariamente miradas desde y hacia, entre y en contrapunto al Museo de Arte Moderno, porque a fin de cuentas en un lado y el otro se presentan cosas que son de interés en un lado y el otro, sólo que desde diferentes perspectivas.
Pero la Galería de arte nacional, a pesar de su vocación contemporánea fue creada para relacionar lo contemporáneo y lo nacional, algo muy necesario, no para suplir los asuntos más amplios y generales de la contemporaneidad del arte venezolano, no todo interactúa o se relaciona a preguntas de tipo nacional, muchas veces se trata simplemente de expresiones que recogen sensibilidades urbanas, metropolitanas, obras que expresan procesos perceptivos de muy variada y amplia riqueza y singularidad, por no dejar de mencionar las relaciones entre el campo y la ciudad, cultura agrícola y urbana que en Venezuela son importantes.
También Venezuela tiene un muy rico arte ecológico al cual no se ha dedicado todo el esfuerzo que merece. No sólo en artistas venezolanos, sino también en artistas originarios de diversos países que viven en Venezuela por su esplendor y riqueza natural, así como por la calidez del venezolano, una de las culturas más abiertas del Caribe y América toda. Otras experiencias han sido así sumamente interesantes como por ejemplo el fenómeno de los ateneos a todo lo largo y ancho del país, desde Caracas hasta la más recóndita provincia, cada ciudad en Venezuela tiene su ateneo, especie de canto a la unidad del hombre, sueño de la unión de todas las artes y de su convivencia algo que la secularización no ha hecho posible como utopía deseada.
Marx decía que un día las separaciones entre las artes deberían desaparecer, pero ese día soñado por Marx está muy lejos de llegar, las técnicas separan a los hombres. Los Ateneos de Venezuela complementan así el resto de la escena artística ofreciendo una visión de conjunto en la que se reúnen en un mismo espacio la galería de arte contemporáneo, artes plásticas, los jardines de esculturas, el cine, la plataforma para la presentación de obras teatrales, la sala de concierto y de ballet, el salón de tertulias para la lectura de poemas y, como muy importante y al centro, las aulas y los auditorios de conferencias y seminarios.
Es interesante que mientras el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imberg ha acogido mucho de un arte joven contemporáneo venezolano su perfil inclinado a los salones, ha sido el de recoger el calor de lo que está desarrollándose entre los más jóvenes al igual que el salón Aragua, el Museo de Artes Visuales Alejandro Otero, el más moderno y contemporáneo en sus espacios y arquitectura tanto como en su enfoque, se ha caracterizado por tomar cierta distancia hacia ese mismo proceso, es decir, recibiéndolo y acogiéndolo, pero de un modo más decantado y selectivo.
Desarrollar miradas más aguzadas y cercanas, reposadas, ecuánimes y selectivas hacia ese mismo arte joven es la peculiaridad del Otero, el presentar una muestra con unos diez o quince artistas jóvenes a principios de año con un enfoque y otra con otros diez o quince con otro enfoque a finales del año, siendo a nivel citadino aquel en el que más directamente podemos mirar hacia la plástica joven mirando a la vez las miradas que lo han aproximado. El Museo Alejandro Otero de Artes Visuales ha mantenido, por el carácter citadino del tipo de estética que plantean los artistas, además del cientismo del nombre que lleva, interesantes relaciones para algunas exposiciones a Fundarte, que es una institución para las artes bien relacionada a las relaciones entre arte y ciudad horizontalmente, como la Bienal de Dibujo venezolano de la cual tuve el gusto de ser jurado junto a Ariel Jiménez y Eliseo Sierra en 1994, representa el llamado boom del dibujo venezolano en los ochentas, que luego el Contemporáneo acogió en sus espacios, en tanto Pireli y Aragua vuelven a dar una idea de generalidad cada año. No he mencionado aquí otros salones, y no es por otra razón sino porque ya he escrito algo sobre ellos, como son aquellos privados como el Dimple o el Arturo Michelena en Valencia.
Pero los asuntos didácticos también han sido significativos. Antonieta Sosa ha sido como profesora un laboratorio de nuevas formas pedagógicas experimentales y a tenido una gran importancia en el impulso del nuevo arte experimental y contemporáneo venezolano, ella ha sido un estímulo decisivo en el auge de artistas jóvenes envueltos en sus obras en procesos de búsqueda introspectivos los cuales tienen mucho que decir tanto hacia su propia realidad, como en general a nivel global. De los talleres de Antonieta, tanto en la Cristóbal Rojas como en el Reverón han devenido significativos jóvenes plásticos venezolanos.
Yo situaría tres coordenadas para leer la palestra plástica venezolana en sentido citadino y urbano, el experimentalismo de búsqueda, conceptual pero introspectivo, es decir, movido por preguntas de fondo y la relación de estas a los procesos que los artistas llevan, más que por alguna relación considerable desde afuera, (epitomizado y ejemplarizado en la obra y la labor didáctica de la artista venezolana Antonieta Sosa), el experimentalismo fisicalista, mas aleatorista, abstracto y preocupado por los materiales, epitomizado por el artista venezolano Ricardo Benaim, y finalmente un experimentalismo movido hacia la comunicación con la institución arte en sentido arquitectónico, (epitomizado por el holandés emigrante Alfred Venemozer), desde estas tres coordenadas podría emprenderse una lectura hacia el amplio y versátil diapasón de propuestas y lenguajes que definen el rico y heterogéneo concierto de la plástica contemporánea venezolana con su infinidad de individualidades.
El trabajo de Antonieta Sosa es la inclinación mas experimentalista en la palestra, si bien alguna que otra vez ha presentado muestras en galerías y museos, su obra plástica tanto como su labor didáctica se han radicalizado hacia el proceso creativo en sí mismo y su importancia, por un lado, hacia sí misma y por el otro, hacia sus estudiantes y los resultados experimentales que se pueden obtener de esos talleres. A lo largo de varias décadas Antonieta ha desarrollado obras minimalistas que han nutrido su didacsis, por un lado sus objetos geométricos basados en formas simples modulares se tornan sobre sí mismos tanto como en relación al espacio, plegables y desplegables, sendas figuras geométricas mínimas como elementos útiles, por otro lado, su modalidad peculiar de relaciones entre creación de formas plásticas y formas danzarías, plasticidad de las formas y plasticidad del movimiento en obras coreográficas danzarías generadoras de volúmenes visuales con materiales, tiras de tela, cordel, papel manual, etc., materiales y formas que pliega y despliega, articula y desmembra, relaciona y armoniza, finalmente, la relevancia que adquiere en sus piezas la experimentación en torno al espectador en los espacios de la Universidad o el museo, el desarrollo de formas tridimensionales en el espacio concebidas para este, que son a su vez también bellos performances.
Estos ejemplos de Antonieta presentados unos a finales de los sesenta y alrededor de los setentas, otros desarrollados en los ochentas y los noventas son obras que suponen su presencia corporal directa y están en la base del tipo de trabajo didáctico que ha desarrollado en su taller de lenguaje plástico derivando en un rico espacio en el que ella vuelca sus ideas y reflexiones mientras los estudiante crean, proponen obras y aprenden a la vez de lo que ella dice y de las obras resultantes.
Alfred Venemozer en otra coordenada ha asumido el museo como espacio ante la visual de los espectadores acentuando siempre ese espacio liminal que puede existir entre lo que está como realidad tangible y lo que no está o podría estar como dimensión utópica o imaginativa, entre el uso que usualmente el espectador hace del edificio en sus recorridos hacia las muestras y el edificio mismo en que está, llamando la atención sobre ese lugar en sí mismo en tanto espacio y arquitectura, a veces mediante sutiles elementos que pueden en algunos casos simplemente acotar algo al edificio como comentándolo, otras resultar en modos utópicos, de improbable realización, pero imaginativos, en los que el edificio habría continuado o se habría desarrollado si tal o cual posibilidad hubiera sido la alternativa, obviamente imaginada por el artista.
Desde una muy liminal modificación de una fachada en uno de los pequeños frontones usuales del museo de arte donde, cuando el espectador mira lo que ve es que esa parte está modificada en color y si aguza más su mirada que tal modificación parecería corresponderse a otra arquitectura, que podrían ser perfectamente un fragmento de una iglesia, o un campanario, etc., sus piezas se desarrollan alrededor y en torno a las instituciones artísticas como dimensiones espaciales, arquitectónicas y citadinas, unas veces trabajando directamente con los mapas de los museos de arte como edificios y los mapas de la ciudad, otras dentro mismo de estos espacios, en sus escaleras, sus columnas, o en sus exteriores próximos, jardines, paredes, frontones, etc., sus trabajos son acentos por sobre los elementos mismos de aquello que se percibe en lo real modificando en realidad tal o cual parte en el edificio del museo, o simplemente presentando las fotografías de cómo serían esas modificaciones.
Mientras Venemozer ha venido a representar esa suerte de estética liminal hacia la arquitectura misma del museo y sus espacios, donde la institución arte es asumida en sus dos formas, como lenguaje y como espacio, y mientras Antonieta ha venido a representar la contraparte subalterna, una artista que da conferencias y charlas en la institución tanto suyas a las que es invitada como por su recurrencia a participar en conferencias y fórums que se desarrollan y presentan a lo largo del año, Ricardo Benaim es esa personalidad creadora que representa al artista productor de su propia obra, que se vuelve gerente y organizador de la promoción tanto de su propia como de la obra de otros artistas en la palestra.
Mientras el concepto de experimentalidad en Antonieta Sosa se relaciona a las búsquedas, las suyas propias y las de los artistas en tanto investigaciones que adquieren una densidad y consistencia propia en su profundidad, unas veces conceptuales, otras expresivas, otras propiamente intelectuales y otras personales a los procesos introspectivos resultando en extensas investigaciones que derivan en instalaciones, obras de búsqueda, performance, etc. u obras que reflejan sus propias dinámicas de autoterapia por medio del arte, el experimentalismo en Ricardo es menos introspectivo a la persona y más creativista en el sentido de inventivo hacia afuera en la relación con los materiales en sí mismos como medios.
En Antonieta el medio es sólo eso un medio para lograr expresar o comunicar algo que deviene en si mismo objeto de búsqueda sólo allí donde la búsqueda del artista hacia sí mismo, hacia su interioridad, hacia sus procesos y hacia las investigaciones que encamina, se hace coherente explorar tal o cual cosa en los materiales, en Ricardo el experimentalismo anticipa las posibilidades de búsqueda en la búsqueda misma con los materiales, lo más interesante y radicalmente experimental en su caso es la intensa y muy rica experimentación con medias, las posibilidades variados y múltiples modos de presentar la obra de arte según los nuevos medios y la potencialidad que ofrecen la tecnología tanto como la experimentación de posibilidades de producción, distribución y presentación de la obra de arte.
Abdel Hernández San Juan
Caracas, Venezuela
1998
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