Vanishing memories

 





Barniz en la memoria

©Por Abdel Hernández San Juan

Caracas

  Luis Kertch constituye una propuesta visual con pocos referentes dentro del arte venezolano. La obra de este artista, quizá por sus conocimientos e incursiones en el diseño gráfico, es consciente de los procesos por los que ha pasado la pintura desde la primera modernidad hasta nuestros días. Se trata de una obra que sabe que el arte necesita hoy de la propia historia del arte para contextualizar sus osadas operaciones. El arte de hoy es, irrevocablemente, arte del lenguaje. Un arte del lenguaje que sabe que existieron Duchamp, Magritte, Beuys, Kossuth. En la obra de Kertch se puede descubrir el peso de la memoria. Una obra que viene siendo como una suerte de pintura de pastiche con elementos de un conceptualismo lírico muy personal y elementos también del Pop Art. Su trabajo es como un juego inteligente con imágenes propias e imágenes de la propia pintura en la historia del arte. 

 Quizá por eso el estudio del artista está lleno de libros de historia del arte que son ojeados constantemente. Un creador que conoce esa fascinación del tráfico combinatorio de las imágenes. Para él, tan importante como hacer su catarsis es la puesta entre signos de interrogación al espectador de las obras. Su obsesión es un reto continuo del ojo que mira y el acto mismo de comunicación. El artista construye la pista de un largo y extenso espacio pictórico para poner en acción plástica los códigos del receptor. Su espectador en pintura debe ser, por usar un analogon del tipo de los oyentes de música experimental o de los lectores de libros como Rayuela que se puede leer desde cualquier parte. No le interesan tanto ni el espectador activo o pasivo, ni la contemplación. Las obras de Kertch están realizadas a la manera de un orfebre, se trata de obras que quieren verse como viñetas, como folletos, como pergaminos, cuyos temas son generalmente intencionalmente “banales”, en muchos casos lugares comunes: un paisaje, un beso, una flor, una silla. ´

   Hay en su pintura como una fascinación por lo circunstancial. Este hecho, por supuesto, lo despega de una epitome conceptual y lo sitúa más bien junto a la ironía y la parodia postmodernista. He aquí una de sus obras más enigmáticas: el puente de six, parodiando directamente un paisaje de Rembrandt del mismo nombre realizado en agua fuerte. 

  Pictóricamente el puente de six es una obra que traza una osada conexión entre el Bad Painting y la pintura de acción plástica. Hay un juego atrevido entre una metáfora de lo decadente y una alucinación con el azar del pigmento, donde las manchas se tocan para construir mundos sugestivos. Es importante distinguir a este artista de las poéticas heroicas que caracterizaron el Pop en décadas anteriores, no es un pop heroico. Sus contactos con el Pop son culinarios, al artista le obsesionan las imágenes de la serigrafía, del fotomontaje, los juegos de documentación y efectos simulantes que el Pop, recuperando a los dadaístas, trajo al primer plano. Sin embargo, el gusto por las imágenes documentales del Pop, más que a un elogió se deben al erotismo de componer un abecedario plástico. Se trata de un barniz de nostalgia. De un goce desencadenado con afectos del pasado. La obsesión del artista con la imagen de la flor, no habla de una vocación romántica, hablan de una parodia folletinesca, de una ternura lingüística. La cita, el concepto, la pintura de acción plástica, la obsesión con los vidrios opacos, con los barnices, con el tiempo de secado, con el enmarcado, con las flores de otras flores y los besos de otros besos, y el horizonte de otros horizontes. 

 

Abdel Hernández San Juan 

Caracas, Venezuela 

Texto publicado como palabras de catálogo para la muestra del artista plástico venezolano Luis Kertch Tres Visiones y una realidad, Ilustrado a color, Galería de Arte La Florida, 1994 

 

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